Roma: La primera innovación en la agricultura antigua

 

Por Julio Zamudio

Aterriza el avión en una fría tarde de invierno en el Aeropuerto Leonardo Da Vinci, ¡por fin estoy en Roma!, a la salida del aeropuerto ya me empieza a gustar la ciudad que tantas ganas tenía de conocer.

Todo es nuevo y moderno, letreros luminosos con indicaciones, me dirijo al tren que me llevará a la estación de “Termini” en el centro de la ciudad por un costo de $ 9,50 el viaje de ida, y una duración de aproximadamente 20 minutos.

Los estudios arqueológicos apuntan el inicio de la agricultura entre 10 mil y 12 mil años atrás con la siembra de trigo, mijo, cebada, centeno, arroz y sorgo en Oriente Próximo y África. El cultivo de olivo data de hace unos 8 mil años.

Las primeras herramientas utilizadas en las tareas agrícolas del Neolítico eran para recolectar raíces, construidas de madera y piedra. Posteriormente, mediante piedras afiladas, sílex, hueso, y maderas más o menos torneadas se armaron azadas para cavar la tierra, hoces para recoger el grano, e incluso arados rudimentarios a base de ramas de árboles convenientemente modificadas para levantar y voltear la tierra a mano, con objeto de prepararla para la siembra. Posteriormente, se adaptó el arado para ser tirado por animales.

Al bajar en Termini, me dirijo calle abajo donde encuentro hotel, el barrio no es agraciado, la calle esta sucia e incluso hay personas amontonadas durmiendo en la banqueta junto a depósitos de basura cubiertos con gruesas y sucias cobijas, el barrio es de edificios viejos, pero conservan la belleza de su arquitectura de mediados del siglo XIX, predominan los pequeños negocios de Internet, telefonía y abarrotes, todos atendidos por hindúes, musulmanes y paquistaníes. Mi cuarto es una miniatura de 2.5 X 2.5, el costo del mismo es de $ 50.00 por día, es una habitación para una persona, con televisión y un diminuto baño.

Las innovaciones agrícolas que se llevaron a cabo durante el neolítico concluyeron prácticamente con la introducción de los metales. A partir de entonces se inició un periodo histórico donde las nuevas civilizaciones agrícolas tendieron a mejorar las técnicas ya conocidas, especialmente las herramientas, y a establecer esfuerzos cooperativistas. En este periodo destaca Roma por su importante literatura sobre temas agrícolas. Se estima que el imperio romano comenzó precisamente basado en una sociedad rural de agricultores sin ninguna relación cooperativa que alcanzó su máximo desarrollo durante la era cristiana, para convertirse de una sociedad rural a otra fundamentalmente urbana.

Lo primero que hago después de tomar un desayuno muy saludable a base de pan, quesos, mermeladas, leche y una manzana (incluido en el precio de la habitación), es tomar un mapa y preguntar la mejor vía para llegar al Coliseo; mismo que estaba a una distancia razonable para caminar y aprovechar de paso para conocer y “palpar” ese sector de la ciudad, por el serpentear de las calles y siguiendo mi mapa a lo lejos se deja ver atrás de los edificios la parte superior del Coliseo y conforme me voy acercando a él y lo veo asomarse entre los espacios de las calles y las construcciones, el corazón me palpita más de prisa por la emoción de llegar al escenario de tanta historia, tragedia, valentía y gallardía, símbolo del poder, magnificencia, corrupción y cortina de humo para “la plebs” (Mientras le des pan y circo al pueblo, estarán contentos… Todavía funciona este viejo adagio).

La economía de Roma estaba basada en la explotación de los recursos naturales y el trabajo de los esclavos, que estaba centrado en la agricultura y la ganadería. Los romanos fueron innovadores en el desarrollo de técnicas aplicadas a la agricultura, tales como el regadío, drenaje de tierras, abonado, barbecho, rotación de cultivos, etc. Los esclavos eran en Roma personas sin derecho alguno. A ellos se destinaban los trabajos más penosos, como los agrícolas o los desarrollados en minas y canteras. Los hombres libres eran los ciudadanos, los cuales estaban a su vez divididos en dos clases, los patricios y los plebeyos. Los patricios fueron los primeros en gozar de todos los derechos y desempeñar cargos públicos y los plebeyos pobres, los proletarios, tenían como única riqueza sus hijos (de ahí lo de prole, palabra muy de moda actualmente en México). Entre el siglo II y I a.C. estos proletarios constituían una población importante, motivado por el crecimiento de los latifundios y el empobrecimiento de los agricultores que no poseían tierras en propiedad; sobrevivían vendiendo el voto al que tenían derecho y con las asignaciones gratuitas de alimentos (ojo: esto pasaba en la antigüedad y no ahora, después de 19 siglos ya lo superamos ¿no?).

Ver el Coliseo, recorrerlo en el exterior, pararse a observar cada arco, cada espacio, me tomo un par de horas, imaginarme como era gracias a los simpáticos “soldados romanos” que te persiguen para que te tomes una foto con ellos, bromeando con los turistas que pasan a su lado.

Pago un tour guiado (en inglés) a pie y entramos en grupo, conocimos la puerta principal por donde entraba el público, las jaulas donde se concentraban los gladiadores, las trampas para fieras, los elevadores, pasillos, palcos, hay dos puertas para el espectáculo una angosta que es por donde salían los gladiadores y al lado opuesto de esa puerta, había otra más ancha ¿por qué más ancha? Por que el gladiador que atravesaba esa puerta salía arrastrado por un caballo o por esclavos (de manera horizontal) y no a pie como entraba, por lo tanto ocupaba más espacio.

Es maravilloso encontrarse en el primer mega estadio del mundo con capacidad para más de 50 mil espectadores y con palcos de lujo para los políticos. La arena, llamada así por que tenia un piso de arena que servia de filtro para lavar la sangre derramada de animales y humanos; la costumbre de aventar flores a los toreros, se remonta al Coliseo, el público llevaba y compraba flores que arrojaba a su gladiador favorito (similar a un boxeador o luchador de la actualidad) después de terminar su faena, con esto la arena se llenaba de flores y “ocultaba” el olor fétido de carne y sangre derramados en el lugar.

Cuando el guía termina su explicación y dice: “Les doy 10 minutos para que visiten libremente y tomen fotografías, para encontrarnos en este mismo punto y seguir hacia el Foro Romano”, decido quedarme el en Coliseo y lo recorro totalmente, tocando cada pared y piedra, imaginando los colores, las banderas, la gente, el ruido, las fieras, los combates, los emperadores. Cuando volví al siglo XIX ya empezaba a obscurecer y todavía faltaba mucho que ver de la ciudad museo, que en otra ocasión compartiré.

Nota: Todas las imágenes fueron tomadas por Julio Zamudio (excepto la No.11)

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