Los ejidatarios del agua

Por Julio Zamudio

A escasos 3 km de San Blas, Nayarit, México se encuentra el embarcadero que te conduce a dos destinos de turismo rustico: La Tovara y el Cocodrilario, la empresa es de un grupo de ejidatarios de la zona.
    El paseo inicia a través de canales de manglares y la expectativa de encontrarse con algún cocodrilo en su habitat natural, que para mi sorpresa a los 3 minutos de iniciado el viaje ¡sucedió!, el lanchero baja la velocidad para indicarnos donde se encontraba un cocodrilo de aproximadamente un metro de largo, después de algunas fotografías continuamos el viaje por esos canales dejando atrás los manglares para que la vegetación cambiara y observáramos árboles de cedro y helechos gigantes de una belleza increíble, también las orillas de los canales estaban flanqueadas por enormes lirios en floración, lo cual hace que solamente el paseo por su paisaje valga el boleto. Durante el recorrido y el serpentear de los canales, se pueden observar aves de diferentes tipos (garza blanca, garza tigre, garza rosada, garza canela, entre otras aves), así como tortugas de gran tamaño, pero siempre con la expectativa (¡y la adrenalina!) de encontrarse con algún cocodrilo en cualquier momento, cosa que ocurrió constantemente durante todo el viaje.
    El lugar es tan natural (casi no ha sido tocado por la mano del hombre) que fue escenario para la película “Cabeza de Vaca” (México 1990, Dir. Nicolás Echeverría), dejando como recuerdo parte de la escenografía, misma que posteriormente fue aprovechada para realizar escenas de la telenovela María Isabel protagonizada por Adela Noriega en 1997.

    Al llegar al cocodrilario aportas $ 10.00 pesos por persona para apoyar al mantenimiento del lugar, en esta pequeña área de aproximadamente una hectárea, los ejidatarios protegen y cuidan a los cocodrilos, buscando la perpetuidad de estos animales en peligro de extinción, apenas si son 28 los ejemplares en cautiverio para la cría, pero estiman que afuera en los canales hay más de 1,300 animales libres. Durante el recorrido uno puede observar a estos amos de los canales de más de cuatro metros en sus jaulas, uno está acostumbrado a observar estos animales en los zoológicos petrificados, inmóviles, impávidos ante las miradas impacientes de los niños y papas que les tiran algún objeto buscando un leve movimiento, para despejar la sospecha de que el animal que esta frente a ellos haya dejado de existir y que el personal del zoológico no se haya dado cuenta. Sin embargo, en este lugar un cocodrilo hembra se puso furiosa ante nuestra presencia, fue increíble ver la fuerza de un animal de más de 3.5 metros y 250 kilogramos moverse con fiereza abriendo el hocico y levantando su cola en repetidas ocasiones, haciendo una nube de polvo con sus bruscos movimientos que duraron tan solo unos segundos, segundos que bajo otras circunstancias (estando el animal fuera de su jaula) no estuviera escribiendo estas líneas.
    Esto me hizo reflexionar en el respeto que les debemos a estos animales y la noble labor que realizan estos ejidatarios al trabajar sin apoyos gubernamentales y por el amor a la naturaleza, ya que ellos no crían los cocodrilos para vender su piel o su carne, los crían para preservar la especie y no dejar que desaparezca por que el hombre continúa invadiendo su hábitat.
    Además de los cocodrilos en cautiverio, se tienen otros animales que la SEMARNAT ha confiscado a cazadores furtivos e incluso a circos, así pudimos observar a una hembra de jaguar, a cuatro guacamayas, coatíes y venados.
    Cabe mencionar que en el lugar hay indicaciones tan elementales como “no meter las manos a las jaulas” o “Prohibido bañarse, área de cocodrilos”.
Una vez terminada la visita al cocodrilario, subimos nuevamente a la lancha quizá un poco más “despiertos” mirando para todos lados en el agua. El rumbo fue la Tovara que en lengua Cora quiere decir “agua que brota de la piedra”; los canales son formados por este manantial que brota de entre las piedras al pie de un cerro formando una laguna cuyo fondo de piedras de diferentes tamaños es visible ya que el agua que brota del manantial es fresca y transparente, esta pequeña laguna esta bordeada por rocas, pero tiene una salida angosta (que forma los canales del lugar) la cual está protegida por una malla ciclónica para poder bañarse y estar protegido de los cocodrilos; en el lugar se encuentra un restaurante con la comida típica de Nayarit, son recomendables los “camarones a la merequetengue”.
    El esfuerzo de estos ejidatarios es digno de admiración, pero es indispensable que se les apoye en la noble labor que realizan y en el impulso al turismo que ofrecen para el estado de Nayarit. No todo se reduce a dinero, existen otros tipos de apoyos que quizá sean de más valor como lo es el conocimiento y capacitación para potenciar el lugar del cual son dueños, el conocimiento para impulsar el turismo rural y el potencial que les ofrece el cocodrilario que sin buscar el lucro con estos animales bien podrían encontrar opciones para realizar su labor con más eficacia con la adquisición de equipamiento adecuado para la cría, empadre, incubación, liberación y monitoreo de ejemplares. El apoyo de universidades con proyectos de biólogos y ecologistas que pudieran realizar sus prácticas en aquel lugar, el intercambio de experiencias con otros productores de otros criaderos, en fin son muchas las opciones que se pudieran dar para salir adelante, pero para eso se requieren de dos partes: una que ponga los apoyos (conocimiento) y la otra que ya esta… la voluntad de hacerlo.

Nota de viaje: ¡Echémonos la mano!

* Fotografias tomadas por Julio Zamudio.
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