Artículo enviado por el Dr. José Alberto Quintero Benítez. Profesor Investigador de la Escuela Superior de Agricultura del Valle del Fuerte de la Universidad Autónoma de Sinaloa
A los agrónomos de antaño nos vendieron la idea de que las plagas eran insectos altamente perjudiciales que se robaban nuestras cosechas; que por lo tanto eran nuestros enemigos y había que matarlos (entiéndase emplear insecticidas sintéticos como los organoclorados, organofosforados, carbamatos, mercuriales y arsenicales). A muchos agrónomos de hoy los han formado con la idea de que las plagas son insectos nocivos que perjudican a los cultivos debido a sus hábitos alimenticios y a su alta densidad poblacional, y por lo tanto conviene emplear medios químicos para reducir sus poblaciones a niveles no dañinos para el cultivo. Antes y hoy nos han inculcado una idea equivocada.
Si revisamos cualquier ecosistema natural veremos diversas especies de insectos fitófagos alimentándose de las hojas, tallos, flores, frutos y/u otros órganos de la plantas. Se alimentan lo suficiente pare dejar descendencia que asegure su permanencia en el planeta tierra. Las plantas toleran los daños, y en ocasiones hasta se benefician del estímulo generado por la alimentación de los insectos brotando vigorosamente. Las plantas sobreviven, los insectos también. Las plantas deben luchar contra otros animales herbívoros, y los insectos también luchan contra sus enemigos naturales; todas las especies están en equilibrio, y todas las especies sobreviven.
Los sistemas agrícolas son ambientes perturbados en mayo o menor medida, con un gran número de plantas de una sola especie (el cultivo) concentrado en un espacio pequeño (la parcela). El resto de especies vegetales simplemente se etiquetan como "malezas" y se eliminan de la ecuación. En estas condiciones los insectos fitófagos que se alimentan del cultivo tienen a su disposición una enorme cantidad de alimento (tejido vegetal), lo que genera que sus tasas de reproducción se eleven considerablemente arriba de lo normal (mucha comida = muchos hijos). De este modo los apacibles insectos fitófagos se convierten ahora en una "plaga" que devora más tejido vegetal del que lo hacía en su ambiente natural.
Si a la situación antes mencionada le agregamos que el productor aporta un exceso de fertilizantes (principalmente nitrogenados) a las plantas cultivadas, es comprensible que los insectos fitófagos obtengan mayor energía de ellas y se incremente aún más su tasa de reproducción. Y si el agricultor aplica agroquímicos que eliminan a los enemigos naturales del insecto fitófago, la situación de agrava. Y si el productor genera estreses adicionales en las plantas debido a un manejo inadecuado de los riegos y las labores agroculturales, que la vuelven aún más susceptibles al ataque de los fitófagos.
En estas condiciones cabe preguntarnos: ¿CÓMO CREEN que con tanta perturbación del ambiente natural un INSECTO FITÓFAGO no termina inevitablemente convertido en un INSECTO PLAGA? En la imagen que acompaña a esta nota se observa una fluctuación poblacional en equilibrio (en la parte inferior de la gráfica) que se obtiene restableciendo los enemigos naturales del insecto y manejando adecuadamente al cultivo. Cualquier condición que rompa este equilibrio ocasiona que la población del insecto se eleve hasta ocasionar daños económicos en el cultivo, que lo convierte automáticamente en una PLAGA (Crédito de la imagen: iscamen.com.ar).
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